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22 de abril de 2016

LA MUERTE DE UN MITO, por Plinio Apuleyo Mendoza, El Tiempo / pararescatarelporvenir.blogspot.com 22 de abril de 2016


LA MUERTE DE UN MITO.

por: Plinio Apuleyo Mendoza



En Venezuela el desastre no cesa. Es más, los augurios del Fondo Monetario Internacional son aterradores: una inflación que puede llegar al 720 % hará que los precios de la canasta familiar se multipliquen por ocho. Tal es el desastroso legado del socialismo del siglo XXI. Este y otros engaños, que surgieron suscitando nuevos sueños en la izquierda continental y que hoy se derrumban, han hecho perdurable el libro 'Del buen salvaje al buen revolucionario', escrito hace más de cuarenta años por mi inolvidable amigo venezolano Carlos Rangel.
Cuando era conocido en Venezuela solo como un dinámico periodista, casado con la célebre Sofía Imber, Rangel tuvo la suerte de que el escritor y analista francés Jean François Revel conociera de manera confidencial el manuscrito de su obra. Apóstol de las ideas liberales y opuesto a los intelectuales que se acercaban al marxismo como un gato a la chimenea, Revel, sorprendido de encontrar en estos trópicos a un escritor que compartiera sus ideas, tomó el libro, lo tradujo y lo hizo publicar en Francia con el título 'Du bon sauvage au bon revolutionaire', mucho antes de que fuera editado en español.

Rangel sorprendió al mundo intelectual de Francia recogiendo en esta obra los mitos que marcaron la historia de nuestro continente. Mitos, por cierto, que daban la espalda a la realidad. El primero de ellos, el del buen salvaje, tuvo como punto de partida la carta que Colón escribió a los reyes católicos para darles su primera impresión de lo visto por él al llegar al nuevo mundo: “Certifico a sus Altezas que no existe mejor tierra ni mejor gente”. De ahí en adelante, los primeros conquistadores siguieron persiguiendo sueños propios de un paraíso terrenal como la búsqueda de El Dorado, la fuente de la eterna juventud o el reino de las amazonas.
Antes de llegar al último de los mitos que han cubierto nuestra historia, el del buen revolucionario, Rangel hace un recuento de la realidad que hemos vivido desde entonces, por cierto muy dura. Pinta nuestro mundo colonial, las guerras de independencia, las nuevas repúblicas que nacieron traumatizadas, débiles e inestables, en contraste con el rigor, la lucidez y la salud política de los Estados Unidos. La quiebra de la Gran Colombia fue un anuncio de lo que viviríamos en el siglo XIX y parte del siglo XX, dominados por caudillos, guerras civiles y golpes de Estado. El marxismo, que aparecería después en el ámbito político continental, señalaría como explotador de nuestras riquezas y responsable de mantenernos en el tercermundismo al imperialismo norteamericano.
Rangel analiza todas las variantes de esta ideología en el continente, desde Haya de la Torre, la creación de los partidos comunistas, hasta la aparición de Fidel Castro y el Che Guevara, que dieron vida al foco guerrillero como instrumento para llegar al poder por la vía armada. Visto inicialmente por los comunistas cubanos como “un aventurero putschista pequeño burgués”, Fidel se convertiría en el líder supremo de una mítica revolución que abarcaría todo el continente.
Rangel no alcanzó a ver el derrumbe de la Unión Soviética ni la caída del muro de Berlín, pero sí la lastimosa realidad de la Revolución cubana. Desde luego, no llegó a sospechar que en su propio país, Venezuela, aquel mito derrotado en el siglo XX renaciera con el pomposo nombre de socialismo del siglo XXI. Su arma predilecta para encandilar inicialmente a los sectores más pobres de la población venezolana fue el populismo asistencialista, y su credo ideológico, un marxismo tropical inspirado en Cuba.
Con Maduro en el poder, los hechos no tardaron en desenmascarar tal quimera. Hambre, miseria, escasez, inseguridad, en contraste con los privilegios y la corrupción de quienes detentan el poder en Venezuela, dan fin, tal vez definitivamente, al mito del buen revolucionario tan bien pintado por Carlos Rangel.

Plinio Apuleyo Mendoza

31 de julio de 2015

Plinio Apuleyo Mendoza: "Una dictadura al desnudo" , EL TIEMPO, Bogotá 30 de julio de 2015

EL TIEMPO, BOGOTÁ 30 DE JULIO DE 2015.
Plinio Apuleyo Mendoza
 

Plinio Apuleyo Mendoza

Una dictadura al desnudo


A pesar de la inflación, el desempleo, la inseguridad,
 las expropiaciones, los ataques a la prensa y a la
 oposición, etc., Maduro, como alumno aventajado 
del régimen castrista, tiene todo previsto para atornillarse
 en el poder.


Nunca los venezolanos imaginaron que el suyo dejaría un día de ser un país de inmigrantes. Lo era cuando yo llegué allí por primera vez. Había medio millón de italianos, otro medio millón de españoles y un número muy crecido de portugueses que llenaban plazas y calles de ciudades como Caracas, Valencia o Maracaibo. El atractivo que Venezuela tenía para ellos era una moneda tan sólida frente al dólar que les permitía enviar remesas de dinero a sus países de origen, todavía empobrecidos por la guerra. Pues bien, hoy es un país de desesperados emigrantes.

No me refiero solo a los venezolanos que ya se han radicado en Colombia, Panamá, Costa Rica, Estados Unidos o en la propia Europa, buscando mejor suerte. Son muchos más los que desean tomar el mismo camino. Nada menos, según una reciente encuesta, que un 49 % de la población. La mayor parte, escribe mi amigo Carlos Alberto Montaner, son jóvenes y adultos educados. No lo dudo, mis dos sobrinos venezolanos que llevaban hasta hace algún tiempo una vida próspera gracias a su trabajo han tenido que cerrar casas y oficinas y marcharse a los Estados Unidos en busca de un nuevo destino.

Todo esto tenía que suceder como resultado de un alud de catástrofes producidas por el chavismo: la mayor inflación del mundo, un alto índice de desempleo, la inseguridad más grande y peligrosa del continente, la expropiación de cuatro millones de hectáreas, la destrucción de PDVSA con el despido del 50 % de sus trabajadores y de sus técnicos más calificados, la ruina del campo y de la industria por un Estado que se propuso controlar más del 80 % del aparato productivo.

A lo anterior debe agregarse el espantoso naufragio de la moneda local, que en el mercado negro supera los 670 bolívares mientras la tasa de cambio oficial es de solo 6,30 bolívares. El desabastecimiento, como bien lo hemos visto, es atroz. Desde las cuatro de la madrugada se forman colas enormes frente a los supermercados para que mujeres de todos los niveles sociales acudan desesperadas a ver qué pueden comprar. Medicinas de uso común, incluyendo los antibióticos, han desaparecido de las farmacias, poniendo en peligro a enfermos y personas de la tercera edad.

Algo que vale la pena tomar en cuenta es que hasta fervientes seguidores de Chávez hoy no soportan a Maduro. Pese a las dádivas y prebendas que reparte en las clases marginales, tan solo 15 % de los venezolanos lo apoyan. A la distancia, podría creerse que un régimen tan impopular estaría a punto de caer, bien por cuenta de los electores o por un golpe militar. Pero Maduro, como alumno aventajado del régimen castrista, tiene todo previsto para atornillarse en el poder.

De una parte, ha logrado comprar o clausurar medios de comunicación; mantiene en prisión a Leopoldo López, Daniel Ceballos, Antonio Ledezma y a docenas de jóvenes opositores; no permite que la valerosa María Corina Machado salga de Caracas, y ahora busca inhabilitarla como candidata en las próximas elecciones del 6 de diciembre, en las cuales Maduro espera impedir el triunfo de la oposición mediante un hábil y sigiloso fraude.

Para evitar que el descontento llegue a las Fuerzas Armadas, los altos mandos han sido astutamente neutralizados gracias a corruptos privilegios. En segundo lugar, toda la nueva generación de oficiales ha recibido un severo adoctrinamiento para hacer de ellos férreos defensores de la revolución chavista.

No nos engañemos: el régimen de Maduro es hoy una real dictadura que recibe el trato amistoso de todos los gobiernos del continente, incluyendo el nuestro. Por fortuna, frente a esta realidad, Aznar y 26 expresidentes de América Latina, entre ellos Álvaro Uribe, Andrés Pastrana y Belisario Betancur, han lanzado un grito de alarma. 
Como fieles demócratas, no desean que Venezuela termine convertida en otra Cuba.

Plinio Apuleyo Mendoza