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15 de abril de 2015

"ALGO HICIMOS MAL..." : Meduloso discurso del presidente de Costa Rica, Oscar Arias, en la "Cumbre de las Americas" del año 2009, http://www.nacion.com/opinion/foros/HICIMOS-MAL_0_1045695478.html

Histórico discurso de Oscar Arias, dos veces presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz. en la Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Trinidad y Tobago, en el mes de abril del año 2009.

Este texto del ilustre ex-presidente de Costa Rica, pronunciado durante su segundo ejercicio como Primer Magistrado de Costa Rica, es un texto de valor permanente, que debe ser releido y valorado siempre, la Asociación Civil Primer Poder lo reedita hoy, así como lo hacemos en: pararescatarelporvenir.blogspot.com, salud

ALFREDO CORONIL HARTMANN

Itaca 15 de abril de 2015.



ALGO HICIMOS MAL...


Palabras del presidente Óscar Arias en la Cumbre de las Américas

Trinidad y Tobago
18 de abril del 2009
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.
No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.
Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.
También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados.
Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.
Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es elpragmatismo . Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “ la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.
La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.
Muchas gracias.

27 de enero de 2015

Carta del ex-presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, 26-01-2015

El dirigente del partido social-demócrata, "LIBERACIÓN NACIONAL", Oscar Arias, dos veces presidente Constitucional de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz 1987, se vio impedido, por razones de salud de asistir al evento "Poder ciudadano y la democracia de hoy", sin embargo produjo esta inequívoca carta que reproducimos para ustedes. Salud

ALFREDO CORONIL HARTMANN

ITACA 27 de enero de 2015

Expresidente de Costa Rica Óscar Arias envió contundente carta en rechazo a Maduro +Carta

Expresidente de Costa Rica Óscar Arias envió contundente carta en rechazo a Maduro +Carta
El expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz 1987, Óscar Arias, no pudo asistir al foro “Poder ciudadano y la Democracia de hoy” debido a razones de salud. Sin embargo, envió una demoledora carta, leída durante el acto.
A continuación, el texto íntegro:
No sé cuántas veces hemos creído, a lo largo de los últimos 15 años, que Venezuela está al borde del cambio, que ya no puede soportar, que algo tiene que ceder. Y sin embargo, el régimen chavista ha persistido a pesar de los augurios que desde sus inicios vaticinan el fin inminente de la revolución bolivariana. ¿Qué explica esta resiliencia? ¿Cómo se entiende que un sistema claramente anti-democrático haya logrado resistir tantas presiones y continúe, al menos hasta hace poco, recibiendo el apoyo del electorado?
Sobre esto se han escrito volúmenes y se escribirá todavía mucho más. Venezuela al inicio del siglo XXI seguirá fascinando a los académicos y los analistas durante décadas por venir. Pero es innegable que dos piedras angulares de la supervivencia del régimen chavista han sido el desempeño económico, sustentado sobre el comercio del petróleo, y la popularidad de su líder (en su momento Hugo Chávez y después, en menor medida, Nicolás Maduro). Creo que todos podemos coincidir en que estas dos fuerzas se encuentran hoy en el peor estado registrado desde 1999. La acelerada caída en el precio internacional del petróleo, y el consecuente deterioro de las condiciones fiscales de un gobierno que acapara casi la totalidad de los servicios esenciales, han impactado la vida cotidiana de los venezolanos en una forma que, ahora sí, parece insostenible.
Es un cliché decir que el dilema actual del chavismo es la “crónica de una muerte anunciada”. Pero es la verdad. Maduro puede hacer todas las contorsiones retóricas posibles, calificando la situación de “guerra del petróleo” y de intento de “colonización mediante el colapso económico”, pero ningún otro país en años recientes ha dispuesto de mayores recursos con peores resultados. Ningún otro gobierno ha dilapidado sus ingresos de una manera tan temeraria. Nadie más que el régimen chavista es responsable por esto. No hay conspiración internacional que explique que las colas para comprar harina o jabón duren dos días. Eso solo se explica por la existencia de un gobierno corrupto, ineficiente, dedicado al culto de la personalidad y obsesionado con ocultar el fracaso de un modelo que ya no hay forma de subvencionar.
Amartya Sen demostró célebremente que nunca se ha registrado una hambruna en una democracia consolidada. En cierta forma, la situación por la que atraviesa actualmente Venezuela no solo demuestra su déficit fiscal, sino también su déficit democrático. Las instituciones que han sido socavadas a lo largo de los años, la iniciativa empresarial que ha sido obstruida, la oposición que ha sido suprimida, la separación de poderes que ha sido anulada, son fuerzas que hubieran evitado que el país se acercara tanto al borde del despeñadero. Una democracia canaliza el descontento popular con eficacia. Una democracia rectifica errores con prontitud. Chávez y Maduro se encargaron de ahogar esa capacidad de respuesta. Ahora Maduro más bien aprieta el puño con mayor fuerza, intentando acallar a quienes alzan la voz. Que Leopoldo López esté en la cárcel, que María Corina Machado enfrente un juicio digno de una novela de Arthur Koestler, no hace sino confirmar que el gobierno ha perdido el control.
No debemos cometer el error de dar por sentado el fin de una era. Antes bien, es la responsabilidad de todo demócrata, y no solamente de los venezolanos, ayudar para que Venezuela logre hacer una transición democrática. La crisis de legitimidad del régimen chavista tiene que ser contrarrestada por la legitimidad de la oposición. Estamos frente a una verdadera coyuntura histórica. Nos corresponde a todos colaborar para que ocurra un cambio, y ocurra de forma pacífica.
La prioridad no debe ser remover a una persona específica. Eso es un error que otros países han cometido, derrocando líderes cuya salida no tuvo efecto sobre la situación real. La prioridad debe ser la institucionalidad democrática. Lo que es indispensable es restablecer el Estado de Derecho y la separación de poderes. Lo que es indispensable es abandonar la perversa intromisión de las fuerzas armadas en la vida civil. La legitimidad de la oposición debe derivarse de su adhesión a ciertos principios, no de su ataque a ciertas personas. Debe derivarse de su compromiso con el respeto a la institucionalidad y de su negativa a utilizar la violencia como moneda de cambio. En este momento, nada es más apremiante que la situación de desabastecimiento y racionamiento. Cuando se trata de las necesidades más básicas, el riesgo de violencia escala. Por eso, hoy quiero realizar un llamado a la oposición para que ejerza un liderazgo responsable.
Y realizo también un llamado a la comunidad internacional para que vuelque sus ojos sobre Venezuela. Conozco bien la dinámica de las relaciones internacionales. Sé que existe una competencia por la atención a nivel global, y que Venezuela comparte el escenario con regímenes que presentan un riesgo más cercano para las potencias mundiales. Sin embargo, quiero subrayar que estamos en un punto de inflexión: en una Venezuela postrada económicamente, y aislada políticamente, la presión internacional puede generar resultados positivos. La primera condición debe ser, como lo he dicho muchas veces, la liberación de todos los presos políticos. Cada día que Leopoldo López pasa en la cárcel, cada día que se arrestan oficiales electos o estudiantes, es una violación a los derechos humanos, a la Carta de las Naciones Unidas y a la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos.
La liberación de los presos políticos debe ser el primer paso de una estrategia que lleve a un pleno restablecimiento de la democracia en Venezuela. Aunque comprendo las diferencias de la situación actual en Venezuela con otras transiciones en la historia mundial, también creo que hay lecciones que no deberíamos olvidar. Mandela no hubiera logrado nunca el fin del apartheid si no hubiera pensando en el propio de Klerk, en el Partido Nacional y en el papel que habrían de jugar en la transición sudafricana hacia la democracia. No es la división ni la venganza lo que llevará a Venezuela a un mejor futuro, sino la inclusión pacífica e inteligente.
Yo confío en que ha llegado la hora. Confío en que los venezolanos sabrán reconocer que el régimen chavista pudo haber tenido, en sus inicios, intenciones nobles, pero su fracaso es indiscutible. El modelo económico que quizás alguna vez estuvo inspirado en la justicia social, ha desembocado en la escasez y la necesidad. No hay que ser de derecha ni de izquierda para admitir que no vale la pena preservar algo por su promesa. Las cosas se preservan o desechan por sus resultados. Es hora de evaluar un experimento político que, como tantos otros, se sostuvo sobre el espejismo de la bonanza económica que trae un boom en los precios de productos primarios. Es hora de adoptar un régimen que se sostenga, de una vez y para siempre, sobre valores democráticos.
DC | EP
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