23 de diciembre de 2013

SEGUNDA PARTE: "El 17 de Diciembre de 1935" por: Alfredo Coronil Hartmann, 23 de diciembre de 2013

SEGUNDA PARTE


EL 17 DE DICIEMBRE DE 1935.

por: Alfredo Coronil Hartmann


     Cuando se conoció en Europa el fallecimiento del Benemérito, uno de los grandes intelectuales vinculados al régimen (no recuerdo en este instante si fué César Zumeta, José Gil Fortoul o Laureano Vallenilla Lanz) expresó: "Se ha muerto el gran loquero". La expresión -cualquiera de los tres ilustres venezolanos que la haya pronunciado- revela con claridad cual había sido el país que encontró Juan Vicente Gómez, al tiempo que abre un interrogante angustiado sobre el futuro.
          Gómez, ya lo habíamos anotado, llega a Caracas y al poder a la vera de su compadre, beneficiario y amigo Cipriano Castro. Difícil imaginarse hombres mas disimiles, creo que el valor personal y la esencia tachirense, además de los lazos afectivos creados en muchos años de compartida lucha, agotan los motivos  o explicaciones de tan singular combinación.
             Cual es el país que se entrega, con algún pequeño destello de esperanza, en las manos de "el cabito" ( tomado del francés "petit caporal"), Venezuela llega al final del siglo XIX  "de chiripa", la trágica muerte ya señalada de Joaquín Crespo, dejo una situación de orfandad que el inteligente, pero débil e irresoluto general Ignacio Andrade, era incapaz de llenar, una astronómica deuda externa e interna, los caudillos de todo pelaje en cada estado levantaron de nuevo la cabeza , verdaderos señores feudales o señores de la guerra -al estilo chino- en algunos pueblos hasta se hablaba de ellos en plural "el del barrio arriba" y el "del barrio abajo". Sin hacienda pública, sin un ejercito nacional, sin reservas, con una riqueza petrolera aún no descubierta, a todo efecto práctico inexistente. Un analfabetismo casi universal. Y un largo aprendizaje de que el servilismo, al caudillo de turno , era un deber a cumplir, si se aspiraba a sobrevivir y mucho mas a progresar.
         A esos males era un "hombre de orden" y no uno de desorden la solución viable. Castro se mantuvo nueve años en el poder gracias a su encendida oratoria, a su valor personal, al frecuente carisma de los orates, a los círculos de aúlicos valencianos y caraqueños. Y sobre todo gracias a la espada de Juan Vicente Gómez, el "hombre de orden".
            Los males de la república crecieron exponencialmente bajo Castro, al extremo de llevarnos al bloqueo de las potencias europeas y al bombardeo de nuestras costas, del que nos salvamos gracias a un gran argentino, el canciller Luis María Drago, y a la intervención del nefasto imperio, hediondo a azufre que invocó la Doctrina Monroe. En cercana retroalimentación Castro logró poner de acuerdo a Godos y Liberales, que llevaban más de medio siglo matándose, y apareció la "Revolución Libertadora" bizarro andamiaje de liberales y nacionalistas (conservadores o godos), bajo la jefatura titular del banquero Manuel Antonio Matos, concuñado de Guzmán-Banco e innumerables veces ministro de Hacienda de todos los gobiernos, a la que se sumaron, virtualmente, todos los caudillos regionales, de muy dispar catadura moral e intelectual.
         Pero no era solamente para los caudillos, que el gran lupanar en que había devenido la República era ya intolerable. La población de aquella Venezuela, casi despoblada, paupérrima, desmoralizada, sin ejército nacional, parió 14.000 soldados -cifra enorme para la época y la población- que recibió las  armas que trajo el vapor Ban-Righ, no sabían quienes ni con que dinero se habían comprado, lo que contaba es que eran para derrocar a un dictador que humillaba y deshonraba al país, "era el país en armas contra un régimen odiado por el pueblo" en palabras de Rómulo Betancourt.
       Juan Vicente Gómez, Vice-presidente de la República, salió al frente del ejército, resultó ser un temible guerrero, su talento y experiencia de exitoso ganadero le daban una valoración de la logística, casi desconocida en las luchas civiles venezolanas, al lado del valor personal que entonces era requisito obligado para destacarse en las luchas armadas y que lo sigue siendo también para la política. Uno a uno los derrotó a todos -antes y después de la Batalla de la Victoria, donde lucho junto a Castro- la última batalla, fue cuando derrotó al aguerrido general Nicolás Rolando en Ciudad Bolívar (1903) que nos abrió un desconocido período de 100 años de paz. Así que el título de "fundador de la paz" que le dieron algunos adulantes, no estaba "montado al aire". En esas continuas faenas bélicas, le tocó enfrentarse con el general liberal Luciano Mendoza, supuesto vencedor de José Antonio Páez, en algún hecho de armas -que presumo menor- lo que lo llenaba de especial orgullo, que no era poca cosa haber vencido al presunto vencedor de Páez. (En lo personal, no he logrado corroborar la supuesta derrota de Páez a manos de Mendoza).
           Cuando los excesos, el alcohol, la promiscuidad, y la innegable locura del general Castro, destruyeron sus riñones, se vio en repetidas oportunidades en situación de gravedad y se hizo inevitable la búsqueda de auxilios médicos, que la Venezuela de entonces no le podía ofrecer.  Fue entonces el viaje a Alemania, la misma "planta insolente del extranjero..." que había cañoneado nuestras costas -por morosos- .        
   Pero,durante esos años de ludibrio y concupiscencia, a Castro, entregado en brazos de los complacientes círculos del poder de Valencia y Caracas, le estorbaron los rudos montañeses que lo habían conducido al poder y que no se plegaron a la verdadera corte de los milagros que en su derredor se hizo, esos andinos zamarros y serios, viéndose "ninguneados" por el antiguo líder ¿ a quien buscaron ? al "Hombre de orden", al amigo consecuente y valeroso que continuó ayudándolos con sus consejos y sus morocotas. Era natural, era su naturaleza, Gómez nunca cambió, ni perdió su admirable buen juicio, ni su conocimiento de los hombres. Fue un sociólogo nato, instintivo, decían que sus ojos desnudaban el alma. Fue auténtico y fue un hombre de gran inteligencia, aunque de muy precaria educación formal. Su crueldad no la inventó nadie, ni fueron calumnias de los opositores, la poseyó en grado sumo, rayano en el sadismo, si a eso sumamos el poder absoluto, el parecido con Stalin no sólo fue físico.
        Pero... Sobre esa cumbre de ferocidad injustificable, quedan hechos, hechos que hoy en esta Venezuela que se deshace nos producen calofríos. Creó la Hacienda Pública, fundo el Ejército Nacional (habrá que refundarlo) , pagó la TOTALIDAD de la deuda externa, pacificó el país, tuvo el sentido de la Historia que se le podía pedir a un hombre de tan rudimentaria formación, cuando le tocó construir el monumento a la Batalla de Carabobo, hizo que se erigiera sobre piedras traídas del lugar mas nefasto para las armas libertadoras, el escenario de las dos terribles derrotas de La Puerta, en San Juan de los Morros. Venezuela fue el ÚNICO país de América Latina que ignoró la exigencia de los Estados Unidos y se mantuvo neutral en la Gran  Guerra (1914-1918) y durante sus 27 años de ejercico del poder, no se perdió un centímetro cuadrado de territorio nacional. Y algunas etcs que sería prolijo enumerar. Así habrá que estudiarlo en su contexto justo y,  evitar clonarlo...



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