24 de marzo de 2016

EL LUMPENFASCISMO BOLIVARIANO, por: Antonio Sánchez García, @sangarccs / pararescatarelporvenir.blogspot.com 24 de marzo de 2016.

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EL LUMPENFASCISMO BOLIVARIANO

Con la desaparición del Estado y el control por parte de pandillas de lo que sobrevive como actividad pública – hacienda, fuerzas armadas, policía, orden público – se asfixia y minimiza la acción propiamente política al nivel de la estricta sobrevivencia. Se ha descendido al penúltimo escalón de la existencia social. Se está a un paso de la barbarie. Ni Marx ni la Escuela de Frankfurt alcanzaron a vivir, observar y someter a análisis el caos organizado del lumpen fascismo, criminal y hamponil,  bolivariano. Es una tarea pendiente de nuestros expertos en ingeniería social. Dios tenga piedad de ellos.         

Antonio Sánchez García @sangarccs

            Comprendo el desconcierto de los miembros de la Escuela de Frankfurt, marxistas liberales, si cabe el oxímoron, por conceptualizar la nueva forma de Estado capitalista derivada del asalto al poder por el nacionalsocialismo. El marxismo ortodoxo, militante, de la Escuela de Ciencias Sociales de la Unión Soviética había resuelto la incógnita de manera frontal: el estado nazi, el de Hitler, o el fascista, mussoliniano,  era el Estado del capitalismo mundial en su fase monopolística. Y punto. La guerra mundial en que se vería implicado hacía a esa su naturaleza totalitaria y excluyente: una lucha a cuchillos entre los distintos capitalismos monopólicos por hacerse con el control planetario de la torta.

            Los pensadores de la Teoría Crítica, que usaban a Marx como punta de lanza del análisis socio estructural de la sociedad capitalista, no como un dogma teológico, comprendieron muy pronto, ya antes de la guerra, que Marx no alcanzaba a comprender la complejidad de los fenómenos socio culturales y políticos que entrañaba el asalto al Poder por la barbarie nacionalsocialista. Desde luego, el aporte freudiano les parecía de primera importancia para dar cuenta de la personalidad autoritaria que asomaba sus garras detrás de Hitler, Mussolini y el respaldo total que encontraran los caudillos autocráticos en masas autoritarias. Por otra parte, el conjunto de aportes de la sociología bajo las coordenadas del capitalismo industrial les parecían otros tantos caminos para comprender que el automatismo del materialismo dialéctico estaba muy lejos de satisfacer la necesidad de comprensión estratégica y táctica del totalitarismo. Que a pesar del marxismo soviético, se había hecho carne bajo la forma más tiránica imaginable bajo las coordenadas del estalinismo. En rigor, y a pesar de la profunda y letal enemistad entre Hitler y Stalin, los unía el cordón umbilical de la más bárbara y atrofiada forma de dominación autocrática. Como ellos mismos lo comprendieran desde el primer momento, eran muchas más las semejantes que los unían, que las diferencian que los distanciaban. Así resulte difícil de creer, se admiraban recíprocamente.

            Si Churchill se inclinó junto con Roosevelt por defender y respaldar a Stalin, en contra de Hitler, que ya le asestaba una profunda puñalada al Pacto Molotov Ribbentrop, no fue porque desconocieran la naturaleza totalitaria y devastadora del totalitarismo soviético. Fue porque, en la circunstancia, salir de Hitler les pareció una necesidad estratégica inmediata para salvaguardar a Europa e Inglaterra de la debacle. Stalin y el comunismo les parecieron, por el momento, un mal menor, del que las democracias capitalistas podrían ocuparse llegado el momento. Como en efecto. Sería la obra que acometería medio siglo después Ronald Reagan, con los resultados de todos conocidos.

            Los mayores y mejores aportes de la Teoría Crítica alemana se cumplieron no sobre el terreno de la economía, sino sobre el de la sociología y la antropología cultural. Particularmente sobre los efectos de la llamada “personalidad autoritaria”. Es el campo en el que descuellan los trabajos de Franz Neumann Behemoth: the Structure and Practice of Socialism, publicada en 1942; Friedrich Pollock («State Capitalism: its Possibilities and Limitations», 1941); Max Horkheimer («Autoritärer Staat», 1942), y, en menor medida, Th. W. Adorno («Reflexionen zur Klassentheorie», 1942). La obra cumbre de estos dos pensadores, que daría cuenta, particularmente, del papel jugado en la conformación del estado totalitario por el antisemitismo, sería Dialéctica de la Ilustración, escrito en California y publicado en Amsterdam en 1947. De todos esos extraordinarios estudios, cada día que pasa me convenzo más de la importancia del trabajo relativamente marginal de Adorno sobre su teoría de las clases, si bien fue el menos desarrollado, y ello dada la naturaleza lumpen, pandillesca y estrictamente mafiosa y criminal del lumpen fascismo venezolano. Un sub derivado del caudillismo estatólatra, unipartidista y militarista cubano, que igual puede comprenderse como un régimen dictatorial socializante que como una monarquía hereditaria de corte consanguíneo, hamponil y pandillesco.
            Lo que caracteriza al fascismo chavista – o madurista, que al fin y al cabo son una y la misma cosa – es, como en el caso del nazismo tardío destacado por Franz Neumann, el control de las instituciones del Estado, incluidas, desde luego, todas las palancas económicas, precisamente para anular la acción del Estado, para destruir el Estado, para hacer tabula rasa del Estado. Y su reemplazo por pandillas sin otras funciones que la recaudación de la renta extraíble de la actividad contralora del Estado. Y que van desde la comercialización de lo poco que se va extrayendo de petróleo hasta el manejo, distribución y recaudación de la cocaína a escala global. En el plano doméstico, entregarle el control de la sociedad al hamponato más cerril, asesino, cruento e inhumano. Sus capos duermen en Miraflores. Sus protectores descansan en Fuerte Tiuna. Sus diputados sesionan en la Asamblea.
            Con la desaparición del Estado y el control por parte de pandillas de lo que sobrevive como actividad pública – hacienda, fuerzas armadas, policía, orden público – se asfixia y minimiza la acción propiamente política al nivel de la estricta sobrevivencia. Se ha descendido al penúltimo escalón de la existencia social. Se está a un paso de la barbarie. Ni Marx ni la escuela de Frankfurt alcanzaron a vivir, observar y someter a análisis el caos organizado del lumpen fascismo bolivariano. Es una tarea pendiente de nuestros expertos en ingeniería social. Dios tenga piedad de ellos.         



           

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