12 de marzo de 2013

SIMÓN ALBERTO...


SIMÓN ALBERTO.
Esp. Analítica Premium        
Por: Alfredo Coronil Hartmann

La inesperada muerte de Simón Alberto Consalvi, ocurre en un momento en el cual estaba considerando,  muy seriamente, limitar mi trabajo  escrito,  a temas no políticos o sólo de política internacional,  la nacional ya no es política, es otra cosa, una especie de “género chico”  –sin el encanto de la zarzuela-  a la nunca abandonada Historia y quizá hasta a atreverme a convocar, de nuevo,  a mi eterna y difícil pasión: la poesía.  Que pareciera estar tan ahuyentada como yo de estos parajes, casi siniestros, en que ha devenido la vida cotidiana de los venezolanos…
Es cierto que la rica personalidad de Simón Alberto abre otros muchos puntos de “abordaje” más allá de la sola dimensión de su actividad política, pero aun su compleja personalidad no permite una aproximación  sin la política.  Leí, muy temprano esta mañana,  dos excelentes trabajos sobre SAC, uno de su joven coterráneo y admirador  Román José Sandia y otro del veterano periodista Ramón Hernández.  Otros muchos aparecerán –o deberían aparecer-  en los próximos días, podría pués “jubilarme” y sentirme más que bien  representado. No obstante,  siento que mi compleja relación y percepción del personaje (era imposible que no fuese compleja)  y su indudable peso específico como periodista, investigador histórico y diplomático, me obligan a decir algo en esta hora de su prematura muerte, que no es prematura por los 85 años que tenía, sino por la claridad y agudeza de su intelecto,  que tanto podía aportar en esta hora de desencuentro y vaciedad de pensamiento que padecemos.
Dice, con toda razón, Ramón Hernández  que no era fácil ser amigo de Simón Alberto, se queda corto, era muy difícil, aunque no tanto como adivinar sus sentimientos hacia uno. Parafraseando a un psiquiatra amigo, me atrevería a decir que la personalidad de SAC era tan compleja como la de un personaje de novela rusa –preferiblemente Dostoievsky-  autor en el cual se aprende más de psicología que en un tratado científico.
Conocí y me reencontré con Consalvi en etapas  y circunstancias muy diferentes, se podría decir que conocí a varios  Consalvi´s.  El primer encuentro fue en el Nueva York del exilio perezjimenista, ya en las postrimerías de la dictadura, Simón o “venenito” como lo bautizó mi abuela, Doña Mercedes Viso de Hartmann (quien estableció una buena amistad y afecto por él, afinidad de godos provincianos), Edilberto Moreno, Jaime Lusinchi,  y también los líderes Jóvito, Rómulo y el Dr. Barrios eran los asiduos comensales de las verdaderas creaciones gastronómicas de Doña Mercedes. Yo era apenas un adolescente, pero “madurado con carburo” hijo de presos, perseguidos y exiliados, lector insaciable asistía de atentísimo oyente a aquellos conversatorios  como diríamos ahora, de unos hombres y mujeres que –descontinuada actividad- leían y pensaban.
No demasiados años después nos reencontramos SAC y yo en el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes –INCIBA-  que Rómulo había creado y designado a Don Mariano Picón Salas como su primer presidente,  Mariano había pensado crear una revista que se titularía “Mar de cosas” y me propuso que la dirigiera, su muerte el 31 de diciembre de 1964, frustró no solo ese proyecto, sino el  que el Instituto naciera bajo el impulso del genio del gran merideño. Había dejado escrito un hermoso texto: “Prólogo al Instituto nacional de Cultura y Bellas Artes”  que fue leído, en el Teatro Municipal –el día de la inauguración del INCIBA-  por Miguel Otero Silva. La presidencia del instituto recayó en el Dr. José Luis Salcedo-Bastardo y al terminar su período, el presidente Leoni designó a Simón Alberto. Allí fue el segundo encuentro, nuestra relación en esa etapa no fue tersa, tampoco inamistosa, en todo caso fue breve, yo me incorporé al MRE y viaje a México y Luego a Suiza y Austria.
El tercer capítulo o la tercera aproximación al personaje, fue cuando CAP lo designó canciller en sustitución del  Dr. Ramón Escovar Salom, yo era Asesor del Ministro y Comisionado del Presidente de la República, Simón me ratificó en el MRE y allí nos “descubrimos” fue una relación gratificante en lo intelectual  y en lo personal, me pidió más de una vez que lo ayudara a torear  problemas surgidos, casi siempre,  de las intemperancias de terceros –de terceros muy importantes- y le agradaba mi manera flexible y conspicua a un tiempo, de llevar adelante situaciones que de una forma  en extremo ortodoxa hubiesen sido inviables.  Luego trabajamos juntos en la Comisión Editora de las Obras Selectas de Rómulo Betancourt, comisión que él presidía y de la cual yo era el coordinador ejecutivo y durante la campaña presidencial de Jaime Lusinchi en la Comisión de Medios  que,  a  todo efecto práctico terminamos integrando, además de SAC que la presidía, José Consuegra y yo.
En Nueva York, lo visitaba con mucha frecuencia, en la casa que había pertenecido al muy brillante Embajador  de los Estados Unidos, en la Unión Soviética, Averell Harriman y que la República tuvo el buen tino de adquirir como residencia del nuestro  ante las Naciones Unidas. Eran los terribles días de la enfermedad final de su hija Silvia, Mimina y Simón estaban deshechos. Pero esplendidos anfitriones,  se sobreponían y siempre las tardes transcurrían entre gratas y doctas conversaciones de todos los temas imaginables.
Demasiadas cosas nos acercaban, la pasión por la política, la Historia, el arte, la buena mesa. En varias ocasiones le consulté tópicos de las relaciones internacionales de Acción Democrática, prometiéndole reserva que sólo ahora rompo y colaboró sin mezquindades pese a las distancias que pudiese tener  con la dirigencia del Partido.
Sin lugar a dudas fue uno de los más completos y brillantes Ministros de Relaciones Exteriores que haya tenido la República en todos sus años de vida independiente (1811-1999), un excelso articulista y editorialista, un investigador serio del devenir histórico, un combatiente político que no tuvo una experiencia platónica de las dictaduras. Fue un gran venezolano. Hasta pronto…

2 comentarios:

  1. Estimado Sr. Coronil Hartmann,
    Acabo de enviarle a usted y a otros amigos un e-mail con un tema que entiendo interesante.
    Un abrazo cubanísimo y solidario,
    Simón José Martí Bolívar.

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  2. Ahora es el momento de que Capriles y la MUD exijan que un equipo de catedráticos de las facultades de química de las universidades venezolanas hagan un análisis químico de TODOS los comprobantes que entrega la máquina de votación y el votante deposita en la urna.
    Ahi es donde está la trampa. El problema principal es que los venezolanos no se lo creen y los dirigentes de la oposición, que han recibido el aviso, debían haberlo verificado porque ese es su deber.

    Abrazos,
    Simón José.

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