8 de noviembre de 2015

La violencia por: Antonio Sánchez García, Fecha: 8 de noviembre de 2015, 9:35 Asunto: Fwd: LA VIOLENCIA





La violencia

por: Antonio Sánchez García


Advertencia: El de 8 Marzo de 201, en pleno despliegue de la violencia con que Nicolás Maduro, las FAN y las fuerzas parapoliciales de la dictadura se enfrentaran a las protestas universitarias de 2014 que se saldaran con medio centenar de asesinatos, pasados por alto por quienes corrieron a respaldar al régimen en diálogos que sólo condujeron a la derrota de dichas protestas, publiqué el artículo adjunto. Si la violencia homicida fue el medio para enfrentar las protestas de calle, esa misma violencia es anunciada por Nicolás Maduro para impedir o desconocer la victoria opositora en las elecciones del 6 de diciembre. Es de esperar que ante ella, quienes las reivindican, no corran a sentarse en las mesas del diálogo. Sería una nueva traición a la democracia.


La violencia no es electiva ni un capricho de la ilegitimidad reinante; es consustancial al sistema, un imperativo categórico del castrocomunismo. Y seguirá ejerciéndola hasta arrodillarnos, asesinarnos o internarnos en campos de concentración. A menos que el derecho natural a la rebelión sea ejercido sin melindres, dobles discursos y una escandalosa falta de lucidez política. No existen otras respuestas, por ahora. Lo demás, es silencio.

La violencia es la partera de la historia Karl Marx, El Capital, Tomo 2, Cap. XXIII
¿Quién mató al Comendador? / Fuenteovejuna, Señor /
¿Quién es Fuenteovejuna? / Todo el pueblo, a una».”
Lope de Vega

            
Henrique Capriles, por quien he votado por elemental solidaridad democrática y opositora en cinco elecciones consecutivas – para alcalde de Baruta, gobernador de Miranda y presidente de la República – , se pregunta como al desgaire y sin darnos su respuesta explícita, clara y unívoca, según es su hermético y tradicional estilo de no querer queriendo “¿a quién le favorece la violencia?”. No necesitaba dar la respuesta: al privar a la sentencia de sujeto y dejar el predicado flotando en el aire, daba naturalmente por supuesto que la violencia por cuyos beneficios políticos inquiere no es la violencia oficialista de las fuerzas armadas, guardias nacionales y hamponato paramilitar sin cuyo brutal ejercicio este régimen hubiera caído hace ya un buen tiempo. Ni la violencia que se practica desde hace 15 años a diario desde todos los organismos del Estado, entre otros desde el CNE, que impide mediante un ejercicio de violencia real el control y la verificación de los resultados electorales – de cuya aterradora violencia ha sido víctima privilegiada el propio Henrique Capriles. Se subentiende sin necesidad de aclaratorias: es la violencia que según Capriles practica “cierta oposición”, propiciada por ¨ciertos líderes” – no recuerdo haberle oído nombres concretos de los supuestos responsables de tan gravísima acusación – que en lugar de hacer como él – “no poner en riesgo vidas humanas” – la desatan con los trágicos y luctuosos resultados de todos conocidos: hasta ahora una veintena de muertes, cientos de heridos y detenidos y algunos desaparecidos. Más daños incalculables que afectan principalmente a la propiedad privada de los ciudadanos, asaltados en sus propiedades, empresas, viviendas, edificios de apartamentos y condominios con vehículos pesados, armas de fuego, bombas lacrimógenas y acciones hamponiles desconocidas en la historia de la modernidad política venezolana.

            La cita de Marx no pretende establecer un principio de teología política válido universalmente, como quisiera su maestro, el filósofo alemán Friedrich Hegel. Ni quisiera insinuar que sin violencia no podremos salir de este régimen violentista y violador sistémico y sistemático del más sagrado de los derechos humanos: el de la vida. Si bien lícito es preguntarse si el derecho natural y de gentes a la legítima defensa ante una violencia que pretende destruir nuestro modo de existencia – la democracia – al extremo de asesinarnos pura y simplemente para impedir los cambios que la sociedad exige con vehemencia incontenible no reclama y legitima – como lo señala incluso la Patrística cristiana y una respetable tradición jurídica y literaria hispana – la violencia de signo contrario, aquella que un gran pensador alemán por desgracia desconocido entre nuestras élites intelectuales, Walter Benjamin, considerara una violencia liberadora en un maravilloso ensayo escrito en 1921 titulado Para una crítica de la violencia. Que, como puede verse, el tema de la violencia y el cambio en la historia, si se lo toma menos a la ligera y no se le banaliza en función de espurios y mezquinos intereses de oportunismo político, merece la mayor atención.

            Lo que la cita pretende dejar establecido de una vez y esperemos que por lo menos por nuestro inmediato futuro, es que es inherente, inmanente y connatural a la práctica política derivada del marxismo, lejano y más bien desconocido antecedente teórico e ideológico del castrocomunismo que pretende aherrojarnos, el uso y abuso de los más cruentos, devastadores y criminales de todos los medios violentos que sean necesarios para “parir” la historia. Su historia. Sus historias. Las revoluciones. Como lo han puesto de manifiesto todos los procesos revolucionarios de corte marxista leninista desde la llamada Revolución de Octubre de 1917. Como lo señalara repetidas veces el propio Marx, que jamás le hizo asco a la partera de sus delirios. Y como se convirtiera en método y práctica constructiva de “la sociedad perfecta y su hombre nuevo” por Lenin, Stalin, Mao, Ho, Pot Pol, los Castro , el Ché y todos los marxistas leninistas que en el mundo han sido.

            En otras palabras: la violencia no es un aditamento casual del que regímenes como el imperante en Venezuela echen mano ocasionalmente para poner en vereda a algunos jóvenes alebrestados. La violencia, tan aterradora, sangrienta y criminal como sea necesaria, es el único y privilegiado instrumento de que se ven obligados a echar manos cuando sus propósitos totalitarios se ven enfrentados por una ciudadanía que hace uso de su legítimo y connatural derecho a defender sus vidas y el sistema sociopolítico y económico que les garantiza su reproducción sin traumas, sin tragedias, sin desventuras.

            La violencia, ejercida fría y sistemáticamente por esa máquina de matar en que el Ché Guevara prometía convertir al militante revolucionario perfecto, es el tema crucial de las consideraciones histórico filosóficas de Marx y de Engels. Es el hilo rojo que enhebra todas sus propuestas teórico prácticas. Siguen fielmente la tradición sentada por Thomas Hobbes, para quien la vida social debe ser comprendida en su estado natural como el bellum omnium contra omnes, la guerra de todos contra todos. Comprenden, en esa misma tradición, al Estado dominante como el instrumento máximo de la violencia del sistema burgués capitalista. Y terminan por asentar que la violencia es la palanca primordial para el derrocamiento del antiguo orden reinante y el establecimiento del orden perfecto, la dictadura del proletariado, el comunismo. En donde, dada la inexistencia de las clases, desaparecería toda violencia. Así lo asienta Marx en su Discurso sobre el Congreso de La Haya, Obras de Marx Engels, Tomo 18, pág. 160: “Debemos reconocer que la palanca de nuestras revoluciones en la mayoría de los países del continente tendrá que ser la violencia; a la violencia se tendrá que recurrir para establecer el reinado del trabajo…”
            De manera que la pregunta de Henrique Capriles es extemporánea y fútil, por ingenua, si es que está planteada de buena fe. Incluso de quien pretenda liderar la lucha por nuestra liberación, si es que Capriles ha entendido que se trata de una liberación ante un riesgo mortal, la pérdida de nuestra República, de nuestra Democracia y de nuestra Cultura. La violencia no es electiva ni un capricho de la ilegitimidad; es consustancial al sistema, un imperativo categórico del castrocomunismo. Y seguirá ejerciéndola hasta arrodillarnos, asesinarnos o internarnos en campos de concentración. A menos que el derecho natural a la rebelión sea ejercido sin melindres, dobles discursos y una escandalosa falta de lucidez política de quienes creen que el poder se obtiene repartiendo agua de colonia. No existen otras respuestas, por ahora. Lo demás, es silencio.

 De: Antonio Sánchez <sanchezgarciacaracas@gmail.com>
Fecha: 8 de noviembre de 2015, 9:35
Asunto: Fwd: LA VIOLENCIA


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