5 de septiembre de 2015

Elogio del desapego... por: Rafael Muci-Mendoza,EL UNI-PERSONAL, Opinión Virtual, Año 2, Nº 60 / pararescatarelporvenir.blogspot.com, domingo 6 de agosto de 2015



Elogio del desapego...

por: Rafael Muci-Mendoza


El oprimido se transforma en un opresor que elabora nuevas cadenas de

represión, elecciones sucias e impopulares, tierras arrasadas y amor por la
nueva oligarquía del poder que ellos encabezan ahora...


Es el tiempo, ese que según el caso, engrandece y enaltece, dignifica o humilla, beneficia o daña, construye o destruye sin contemplación y se desprende de todo afecto imprimiéndole a la historia esos colores sepia, esos colores de desteñido olvido... 
Con ojos melancólicos, húmedos y entristecidos miramos al pasado, recordamos que aún niños y en la vía a Los Teques a visitar a nuestro hermano Fidias Elías interno en el Liceo San José y al cual llevábamos compañía, cariño y comestibles, pasábamos frente al Majestuoso Samán de Güere o Árbol de Humboldt, ícono de nuestra venezolanidad y testigo presencial de glorias, adoraciones, desmanes, sueños rotos y promesas incumplidas y aún, de abandono culposo... El milenario
árbol que fuera de unos 180 m de circunferencia en su punto más ancho, transformado en Monumento Nacional desde 1933, estaba ubicado en la parroquia Samán de Güere, municipio Mariño, justo en la avenida Intercomunal Santiago Mariño, en la zona central del país, a 99 kilómetros de Caracas.
Hoy su tronco funerario permanece como ejemplo del inveterado desafecto y desidia al lado de una infografía de Chávez, cuando su sueño era liberar nuevamente al país, pero los sueños sólo sueños son... 
El oprimido se transforma en un opresor quedador de lo ajeno elabora nuevas cadenas de represión, elecciones sucias e impopulares, tierras arrasadas y amor por la
nueva oligarquía del poder que ellos encabezan ahora...

Las amarillas páginas de la historia muestran cómo fue embelesado el espíritu del Barón Alejandro von Humboldt (1769-1859) por el espectáculo del colosal Samán de Güere, donde Simón Bolívar acampó su ejército. Ya anciano y
un año antes de morir, recibió en 1858 del fotógrafo Pablo de Rosti un álbum de fotografías donde se encontraba una vista del árbol. La impresión del hermoso recuerdo de su juventud, le hizo decir, ¨Ved lo que es de mí hoy; y
él, ese hermoso árbol está lo mismo que lo vi, ahora sesenta años después:
ninguna de sus grandes ramas se ha doblado; está exactamente tal como lo contemplé con Bompland, cuando jóvenes, fuertes y llenos de alegría, el primer impulso de nuestro entusiasmo juvenil embellecía nuestros estudios más serios¨

En el año 1492 la tribu local de los arawacos ya era prospera, todos vivan
en torno a su Dios "El Samán de Güere" el cual estaba rodeado con 13 piedras esféricas y achatadas que no invadían la sombra del follaje y estaban en
perfecta ubicación circular, detrás de cada piedra a su vez estaba sembrada un chaguaramo (Roystonea venezuelana) que los pobladores llamaban (araugua / arawuac / arawuak). El Samán de Güere, paso obligado de cientos de aragüeños
y de quiénes llegan a estas tierras desde Los Llanos, simbolizaba al Dios
Chamán encarnado. Fue el árbol sagrado por los indios arawacos y exactamente en torno a él se consumó uno de los genocidios más terribles de una etnia indígena por los invasores españoles. Para los años 1524/1526 cuando llegaron en su afán conquistador de apoderarse de las nuevas tierras, los
atacaron atando a cientos de hombres mujeres y niños en torno al tronco de este majestuoso árbol.

La fábula cuenta que había una indígena llamada Hirimay que debajo del Samán entraba en suave trance y con voz profética contaba historias a los niños: "Cuando ya no estemos con vida en esta tierra todavía vivirá nuestro Dios, aunque con el tiempo caerá por el olvido de los nuevos hombres, algunas manos de gente buena le levantarán, él quedará en el alma de todo de quien le conozca; nuestro dios árbol, el Samán de Güere, nunca morirá..." ¡Que tristeza...! Ya sus hojas dormilonas doblemente compuestas, con hojuelas
lustrosas en forma de diamante, no cerrarán al atardecer ni cuando el tiempo esté muy nublado...

Pero el paso del tiempo borra palabras e intenciones y transforma propósitos especialmente cuando no son genuinos, cuando no son guiados por el amor sincero sino por el odio revanchista sempiterno que inauguró Caín al matar a
su hermano Abel... En 1982 y bajo su sombra, Hugo Chávez, Felipe Acosta Carles, Jesús Urdaneta y Raúl Isaías Baduel hicieron un juramento, que constituyó el acto inicial de la Revolución Bolivariana. Un juramento basado en reconocer a los excluidos y a los pobres que "engrosaban los cinturones
de miseria" en el país: ¨¡Amores de estudiante flores de un día son, hoy un juramento mañana una traición...!¨ (tango Amores de Estudiante de Alfredo Le Pera y Mario Battistella). Así nació el movimiento llamado "Ejército Bolivariano Revolucionario 200¨ como un instrumento para combatir la
corrupción en las Fuerzas Armadas, juramento que se revertió y transformó esa institución en una indigna, entreguista y corrupta corporación de negocios...

De seguidas, las palabras del juramento: «Juro por el Dios de mis padres, juro por mi patria, juro por mi honor que no daré tranquilidad a mi alma ni descanso a mi brazo hasta no ver rotas las cadenas que oprimen a mi pueblo por voluntad de los poderosos. Elección popular, tierras y hombres libres,
horror a la oligarquía». Doloroso para los militares que hoy me leen... En el recinto apenas el tronco podrido del samán que mira indiferente, se aprecia como triunfo del desapego sobre la gratitud y a su lado se encuentra una gigantografía de Hugo Chávez, con esa solemne proclama de 1982, que es
letra viva para los pocos revolucionarios que aún quedan y tristeza infinita para los restantes, pues la opresión por voluntad de los nuevos poderosos, la elección popular amañada y tramposa y una nueva oligarquía del dinero ha germinado con ímpetu primaveral; en connivencia con el estrato militar, la
corrupción traída de la mano de muchos de ellos ha conducido a la ruina de los pobladores de MI país, y si es que ayer hubo el sincero deseo de un cambio en el estado de cosas, el odio y la miseria humanas se impusieron sobre el amor y hoy somos un pueblo en ruinas... Con don Francisco de Quevedo (1580-1645) podríamos también decir, ¨Poderoso caballero es don Dinero¨.

En MI país desluce la tierra arrasada que la Revolución Bolivariana nos ha dejado y cuando desde el hermano país colombiano se habla de ¨los venezolanos¨ y no del ¨gobierno venezolano¨, como debería ser, se comete una gran injusticia con la mayoría de aquellos que presenciamos asqueados el
infame espectáculo. Muchos venezolanos tenemos vínculos fraternos con colombianos: mi relación profesional y profesoral me ha llevado en tres decenios muchas veces a su tierra donde he recibido afecto y agradecimiento de los numerosos alumnos que he dejado allá, y por aquellos otros que he formado en el Hospital Vargas de Caracas como excelentes neurooftalmólogos
que a su vez hoy, forman a otros en universidades y centros hospitalarios de la región; he recibido el afecto y la consideración de sus médicos, fui designado Miembro Correspondiente Extranjero de la Academia de Medicina de Colombia y me enorgullezco de serlo, y siento mucho dolor al presenciar el éxodo forzado e inhumano de miles de hermanos a quienes Chávez atrajo con melifluo engaño y ceduló para lograr sus votos, y hoy, como si fueran bagazos les espantan como a la peste, dejando familias fracturadas, niños
abandonados, almas anhelantes, dolor innecesario, incomprensible destrucción de hogares y ese sabor de odio y resentimiento tan propio del comunismo cubano  que Chávez y Maduro hicieron propio...
Entre tanto los presos políticos detenidos injustamente, acusados con mentiras y sometidos a juicios amañados y cobardes, permanecen en sus celdas sacrificando sus vidas por nosotros que indolentes, miramos de reojo...
Nada les importa con tal de permanecer en el poder, ni una lágrima ni un
arrepentimiento porque las ratas que yo sepa, no lloran ni cuando se muerden
entre ellas...

<mailto:rafael@muci.comrafael@muci.comrafaelmuci@gmail.com

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